La mañana de los mozos
La mañana de los mozos.
Esta concurrida la plaza: un microbus aparcado en una esquina ofrece lectura gratis. Es un acontecimiento para el pueblo. Los mayores hacen acto de presencia y sin pretenderlo posan para la cámara fotográfica que lleva mi padre que pasea con ánimos de eternizar algún instante.
Apenas desciende la calle del Rey y halla la república de las personas que charlan sobre lo divino y lo humano, cuentan sus peripecias y añoran lo que han dejado. Es una mañana de estío y a pesar de la bulla de los críos que entran y salen del microbus con libros de aventuras, nada parece haber cambiado. Los mayores se arraciman en torno a la fuente -también lo hacen junto al olmo y el quiosko de Julian, aquel primer microbus varado que ofrecía tebeos de Pulgarcito o el conejito atómico o Pumby y luego te los cambiaba por apenas unos céntimos y esperabas la llegada del Cubillo, el autobús del pueblo, desde la tienda de Carmen y de Pancho.
Ha llegado un microbús con la cultura al pueblo pero la cultura siempre ha estado en esos parlamentos improvisados que las personas han creado, en esos corros efìmeros que construía la costumbre.
Mi padre entra al ayuntamiento para ver a su primo Juan y leer el periódico. Al salir se unen al grupo de la esquina que preside Requena, don Angel, Melitón, Jose María y algunos paseantes más y analizan con apasionadas palabras la condición política del paìs.
Prosigue el fotógrafo su camino y ve unos paisanos.
- A ver. Los mozos del pueblo una foto.
-¿ Mozos? Pues no hace ná que dejamos de serlo.
- Pues si no lo sois ahora lo habéis sido antes.
Luego en un aparte se dirige a Hipólito:
- ¡!Tántas fotos nos has hecho que bueno es que te haga yo alguna.
Aquí está. La última foto pública del fotógrafo del pueblo.